El título de esta sección, Escultura es... cultura, está tomado de la antigua página web personal de José Antonio Abella, que se encuentra parcialmente diponible en The Way Back Machine del Archivo de Internet. Una parte del contenido de este sitio web, como los comentarios del autor sobre algunas de sus piezas, está extraido directamente de allí.
Para la organización del presente catálogo escultórico digital, en proceso de construcción, hemos clasificado su obra en cuatro categorías:
Esta distribución se basa en los materiales constructivos empleados por el autor, con la excepción de la cuarta categoría. Las tres primeras llevan el nombre de las Tres edades prehistóricas (con el orden cambiado entre la segunda y la tercera) y coinciden, con algún que otro salto en la cronología, con tres etapas diferenciadas en la producción artística de José Antonio Abella:
La cuarta categoría, Arquitecturas imaginarias, comprende las obras de mayores dimensiones y de carácter más conceptual del autor, así como proyectos de esculturas de gran tamaño para espacios públicos.
Aunque siempre huyó, por simplificadoras, de las definiciones, el estilo escultórico de José Antonio Abella podría definirse como «vitalismo poético». En su opinión y palabras, gran parte del arte del siglo XX muestra una disociación entre el artista y la realidad social representada por el espectador. Obras que han cavado un foso entre los ojos y el corazón despierto, el cerebro emocional. No se trata de la superada lucha entre lo concreto y lo abstracto, sino entre la emoción gozosa de la contemplación y la perplejidad experimentada (con demasiada frecuencia) ante la pirueta vacía, la provocación sin objetivo, la novedad como valor absoluto. Quizá por eso, admiraba la escultura Shona de Zimbabue, y encontraba fascinante la respuesta que Damian Manuhwua, uno de sus principales exponentes, diera al ser preguntado por ciertas enormes y famosas esculturas minimalistas en Estados Unidos: «Creo que podría hacer unas buenas esculturas de estas piedras».
Más allá de la escultura de los Shona, entre sus principales referentes artísticos podemos citar a autores tan distintos como Henry Moore, del que era un gran admirador, Baltasar Lobo, Alberto Giacometti o Alexander Calder, entre otros, lo que dota a su producción escultórica de un cierto eclecticismo. Asimismo, hay que destacar la honda influencia que su gran amigo Covatelo (Lorenzo Coullaut-Valera Terroba) ejerció en su forma de ver y concebir la escultura. [Véase la serie Craneos postnucleares, dentro de La edad del hierro.]
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