Las obras en hierro de José Antonio Abella constituyen el apartado más extenso de su catálogo escultórico. Dentro de esta categoría hemos clasificado las esculturas realizadas con acero (aleación de hierro y carbono, que se le añade al primero en una pequeña proporción para dotarle de mayor resistencia) y con diferentes piezas y objetos metálicos procedentes de chatarrerías. Para organizar el contenido, hemos dividido este apartado en las siguientes subcategorías:
Una parte de las esculturas de acero, de mayor tamaño y de carácter más conceptual, han sido clasificadas en la serie arquitecturas imaginarias, que cuenta con una página específica dentro de este sitio web. Para una mejor visualización, las imágenes de las esculturas incluidas a continuación aumentan de tamaño al pasar el ratón o al hacer clic sobre ellas.
San Vitores decapitado. 1985.
Hierro. 70 x 60 x 35 cm
Obra finalista del Premio Jóvenes Escultores del I Concurso Nacional de Escultura «Ciudad de Burgos».
Se trata de la primera obra en hierro de José Antonio Abella, que en el libro San Vitores: iconografía y culto, de Marino Pérez Avellaneda (2009), comenta lo siguiente al respecto de ella.
Comentario del autor: «La realicé en Villamanín, un pequeño pueblo al norte de León, donde entonces ejercía como médico y donde uno de mis pacientes me enseñó a soldar. Mi padre, natural de Belorado, fue la primera persona que me habló de San Vitores y de sus predicaciones con la cabeza en la mano. Y algo de homenaje a mi padre y a mis antepasados hay en esta representación de San Vitores, al que desde niño imaginé como un hombre de enorme fortaleza física y espiritual. De ahí el tratamiento de la escultura: las aristas duras, el hueco del torso para enmarcar la cabeza rotunda, atenazada por una mano tan poderosa como sus convicciones». (Vol. I, p. 361.)
Madre e hijo. 1986.
Hierro. 196 x 45 x 41 cm
Obra seleccionada en el II Concurso Nacional de Escultura «Ciudad de Burgos».
Realizada con una técnica análoga a San Vitores decapitado, con una textura granular en su superficie (conseguida mediante múltiples líneas y puntos de soldadura), esta obra consta de dos piezas ensambladas una sobre otra a la altura de la cintura de la figura de la madre. A diferencia de la escultura anterior, de tonalidad oscura pero brillante gracias al acabado que le dio su autor, el tono ocre de Madre e hijo se ha buscado a través del proceso de oxidación del hierro.
Primer vuelo. 1987-89
Acero. 66 x 70 x 18 cm
De los nidos azules de mi infancia
se caían a veces los polluelos:
un humilde gorrión, un petirrojo,
una cría de vencejo.
Volando sobre el yunque de los días
ascienden las edades del acero,
del cuadrado perfil de las ideas
al encanto naïf de los recuerdos.
Y el frágil pajarillo que lanzamos
a la hiedra tupida del colegio,
el rebujo minúsculo de plumas
que emprendía la estética del viento,
vuelve hoy a volar hacia la lluvia
en la línea quebrada del deseo…,
y en mis ojos miopes tal vez nace
la perdida ilusión del niño muerto.
(José Antonio Abella, 1989)
Con este epígrafe hemos clasificado las esculturas con un cierto carácter esquemático en las que predominan las formas geométricas y cuya temática gira fundamentalmente en torno a la figura humana. Han sido realizadas con planchas de acero de entre uno y dos centímetros de espesor como material principal.
Padre e hijo: caminos separados. 1987
Acero. 160 x 53 x 7 cm
Sheik-El-Beled o El alcalde del pueblo. 1989
Acero. 146 x 27 x 27 cm
El Rey y la Reina. Ca. 1989
Acero. 210 x 45 x 27 cm
Obra expuesta en la sala 9 de la colección permanente del Torreón de Lozoya (Segovia).
Paloma Picasso. 1989
Acero y cristal. 178 x 30 x 39 cm
El reciario (retiarius) era un tipo de gladiador de la Antigua Roma. Combatía con una red lastrada y con armamento ligero. Su enfrentamiento más habitual era contra el secutor, un gladiador equipado con armadura y armas pesadas. El reciario debía subsanar su desventaja de protección con velocidad y agilidad. Primero intentaba lanzar la red a su rival y, si tenía éxito, atacaba con su tridente mientras el adversario estaba inmovilizado. Otra táctica de combate era enganchar con la red el arma de su enemigo y tratar de arrancársela de las manos.
Reciario I. 1989
Acero. 50 x 26 x 26 cm
Reciario II. 1989
Acero. 54 x 26 x 26 cm
Preparada la red. Las uñas tensas.
El iris vigilante y vigilado.
En pie contra ti mismo cada día
con músculos y nervios mercenarios,
con el firme tridente de tus dogmas,
con la humilde soberbia del esclavo.
No hay más recompensa que la vida:
matar para vivir es tu trabajo,
capturar a las sombras de la muerte
con la red de tus sueños y tus manos.
Y en la hora final en que descubras
el precio de la sangre —tu salario—,
implorar a los dioses del olvido
que el viento de la noche sea raudo,
que las mudas arañas amortajen
con hilvanes de seda tu cansancio
y que un óxido azul y misterioso
sea todo recuerdo de tu paso.
(José Antonio Abella, 1989)
Años antes de trabajar el bronce, José Antonio Abella realizó múltiples esculturas de hierro y acero, utilizando y combinando en muchas de ellas distintos objetos y materiales obtenidos en chatarrerías. La experimentación y el trabajo con este tipo de material se debe en gran medida a la influencia artística de Lorenzo Coullaut-Valera (1944-2002), escultor con el que Abella entabló una estrecha amistad. A esta época pertenece la serie Cráneos postnucleares, cuyas obras fueron realizadas con esquirlas de bombas y restos de metralla.
Cráneo postnuclear I (Hombre de Hiroshima). 1990.
Acero y esquirlas de bombas. 13 x 35 x 35 cm
Cráneo postnuclear II (Hombre de Nagasaki). 1990.
Acero y esquirlas de bombas. 19 x 35 x 35 cm
Cráneo postnuclear III (Hombre de Chernobyl). 1990.
Acero y esquirlas de bombas. 22 x 35 x 35 cm
Depredador mutante I o Carnívoro del desierto. 1990.
Acero y cristal. 35 x 44 x 26 cm
Depredador mutante II. 1990.
Acero y esquirlas de bombas.
Cabeza de buey. 1990.
Acero y esquirlas de bombas. 32 x 48 x 44 cm
Parasaurolophus. 1990.
Acero. 87 cm
Hace ya tantos años de silencio,
tantos días oscuros... Quién recuerda.
Se fueron oxidando los relojes,
la memoria del tiempo, las ausencias.
Se fueron extinguiendo las especies,
los árboles enormes de la selva,
los mamíferos grandes y pequeños,
las gramíneas fructíferas y esbeltas,
las aves y los peces, los reptiles,
los líquenes prendidos a las piedras,
los últimos insectos que buscaban
los huesos enterrados en la arena.
¿Hacia dónde miraba tanto sueño,
tanto paso común, hacia qué meta...?
Narra el viento polar nuestro pasado
y un dolor mineral nos atraviesa.
Pero nada sentimos. Sólo queda
la herrumbre del olvido. Sólo cráneos
que fueron utopía, calaveras
que pensaron el mundo, que medían
los átomos, los genes, las estrellas...,
esas mismas estrellas silenciosas
que en la tumba de Darwin parpadean.
(José Antonio Abella, 1990)
Límite del sueño. 1991.
Acero. 64 x 89 x 50 cm
Teoría de los ídolos. 1991.
Acero. 118 x 35 x 35 cm
Conmemoraciones. 1992.
Acero. 230 x 30 x 60 cm
Los pilares de la tierra. 1992.
Acero. 139 x 44 x 76 cm.
Obra expuesta en la galería de entrada a la colección permanente del Torreón de Lozoya (Segovia).
Sacerdote de Anubis. 1992.
Acero y madera. 189 x 50 x 41 cm
Tótem
Acero. 186 x 64 x 52 cm
De la geometría del deseo,
del amor, de la angustia de los sueños
a la gris evidencia de los días,
hay un cristal oculto que revela,
una voz interior que delimita,
un óxido de siglos que genera
el acto creador, los mecanismos
de un ideal común, irrenunciable.
(José Antonio Abella, 1992)
Toro. 1989
Acero. 56 x 36 x 36 cm
Herido por el hierro de la muerte
levantas al ocaso tu mirada
y una niebla de rojo terciopelo
penetra por tus ojos. Vagamente
recuerdas el olor de los olivos
el aliento del musgo tras la lluvia
el olor de las hembras enceladas.
Pero llega la hora decisiva
cuando todo latido se detiene
y el alma del acero te desgarra.
El minuto final. Un aire denso
recorre las arterias de la tarde
y del roto cristal de tus pupilas
se elevan a la noche del olvido
tristes lunas de arena ensangrentada.
(José Antonio Abella, 1989)
Busto de torero (Lagartijo).
Acero. 53 x 60 x 32 cm
Rafael Molina Sánchez, conocido como Lagartijo (1841-1900), fue un famoso torero cordobés cuya contribución marcó la evolución de la tauromaquia y el toreo de los siglos XIX y XX en España.
Buey. 1992.
Acero y madera. 54 x 62 x 22 cm
Dama de Tebas. 1988
Acero. 133 cm
Melusina de Lusignan. 1989
Acero. 90 cm
Melusina es una hada o espíritu femenino de agua dulce que habita en un pozo o río sagrado. Se suele representar como una mujer con cuerpo de serpiente o de pez de cintura para abajo, similar a las lamias y las nereidas. Esta figura legendaria del folklore europeo medieval se remonta a la familia Lusignan, de la región francesa de Poitou.
Holofernes. 1989
Acero. 32 cm
Minotauro.
Acero. 64,5 x 55 x 35,5 cm
Anubis.
Acero y cristal